TRES REPUBLICANOS Y UN OBAMA
Carlos Javier León Ugarte - Analista Internacional
Si hay algo que afirman con certeza los norteamericanos por estos días sin dubitaciones, sin temores, y sin angustias; es que Barak Obama, el primer presidente negro de la historia yanqui, no será reelegido en las próximas elecciones del año entrante, ha decir de las encuestas de “Wall Street Journal” y NBC. Cosa curiosa, pues a su llegada, muchos eruditos de la política estadounidense testificaron con firmeza que sería uno de los presidentes más importantes de la era moderna, algo que al parecer le quedó muy grande al actual mandatario gringo, el cual de suceder, igualaría a Carter y George Bush (padre) quienes no fueron reelegidos en su momento.
Sin embargo lo de Obama si es contraproducente considerando que ganó el premio Nobel de la Paz (premio entregado por adelantado pero otorgado al fin y al cabo), situación que en su momento fue un amplio debate intelectual y académico, además de político que sorteó con astucia y gracias a sus buenos consejeros demócratas. Asimismo durante su administración se atrapó al “villano” líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden, una de las peores pesadillas de los yanquis. Y finalmente el retiró total de las tropas norteamericanas de Iraq, algo que sí cumplió de las tantas promesas que disparó en su pasada campaña. Estas tres acciones hacían presumir una tranquila reelección, pero el pueblo al parecer, esta vez le dirá que no.
¿Pero que fue precisamente lo que pasó para que más del 51% de ciudadanos estadounidenses no piensen reelegir a Obama en las siguientes elecciones? Tal vez el hecho de no haber cumplido todas su promesas, entre las que estaba principalmente el tema de la reforma migratoria, que más allá de buscar alternativas de solución a la permanencia y estabilidad de más de 12 millones de inmigrantes en ese país, se propició una de las salidas masivas de inmigrantes de la historia de Estados Unidos, todo un récord de deportaciones con 1.1 millones de personas, algo que selectivamente ayudó y promovió la emergente aparición de la conservadora y xenófoba Tea Party.
La inmensa cantidad de hispanos e inmigrantes son los que finalmente deciden los destinos electorales en este país desde los últimos diez años, algo importante ha saber.
Otro de los factores fundamentales es la quiebra y crisis financiera desde que Standard & Poor le rebajara la calificación que otorga la deuda pública norteamericana, algo que ha sucedido paulatinamente en otros países del mundo, sobre todo en Europa, donde la situación se ha vuelto insostenible como en España y Grecia, luego de que diversas agencias les rebajarán la certificación de su tesoro público y endeudamiento respectivamente. Pero volviendo a EEUU, el inminente conflicto y pujas entre un Ejecutivo demócrata y un Congreso republicano, han mermado y soslayado todo intento vano de salvar la situación económica. La gente de a pie sabe que están en quiebra, y que luego de haberse librado de la crisis financiera inmobiliaria del 2006, hoy sin pena ni gloria, estarían enfrentando una vez más a otra de dimensiones desconocidas ante la pandemia bursátil europea y asiática, de la cual posiblemente no se salven muchos.
El desempleo en Norteamérica alcanzó los 9,2% en el mes de setiembre.
Si a esto le agregamos el nuevo escenario hegemónico geográfico del planeta, donde China va camino a convertirse en el nuevo imperio líder del globo terráqueo, y la India y Brasil, los próximos países en sustituir a algunos europeos, y en donde precisamente Estados Unidos ha perdido peso y valor económico, bélico y político, tres ejes fundamentales para gobernar el mundo según la tesis de Samuel Huntington, colocan a la otrora potencia en un punto flaco ante la mirada diplomática cosmopolita.
Inclusive, la poca o nula participación de EEUU. En la crisis arábica en Túnez, Egipto, y recientemente en Libia, nos muestran a un ex imperio con pocas ganas de inmiscuirse en problemas ajenos, algo excepcional considerando el historial de sheriff del mundo ante cada crisis o guerra, y sobre todo en no participar en países que estratégicamente le interesaría para el caso de engordar sus fuentes de petróleo, y el de buscar espacios amigables, posicionados y bien ubicados en este nuevo escenario mundial, donde Rusia y China están voraces, atentos y al acecho ante cualquier oportunidad.
Sumándole casos muy caseros como la aparición de los indignados en las calles, o que Guantánamo nunca se haya cerrado, ni se cerrará (una de sus promesas principales de campaña), más los nuevos impuestos errados ante la crisis que asfixian al contribuyente, y el caso sonado que el actual mandatario no había nacido en EEUU y que mintió al país sobre su verdadero lugar de nacimiento, entre otros, han ido multiplicando su rechazo en el elector.
¿Pero quiénes competirían con Obama el año entrante? Por el momento hay tres pre candidatos entre las preferencias del votante republicano.
Encabezando la lista está el exitoso líder de origen mormón Mitt Romney, ex gobernador de Massachusetts, hombre de impecable carrera política y de reconocida solvencia económica y sobre todo moral, al ser parte de la iglesia más importante, ordenada e intachable del orbe. Su discurso es muy conservador pero a la vez creíble y sensato. Su entorno es de gente ligada a George Bush hijo, posiblemente esto sea su Talón de Aquiles en la contienda.
Le sigue la ultra conservadora y miembro activa del inefable Tea Party, Michelle Bachman, congresista del estado de Minnesota, con un discurso explosivo y racista, pero que tiene mucha llegada en las familias originarias y pioneras de Norteamérica.
Más abajo pero no tan lejos, aparece Rick Perry, actual gobernador del Estado de Texas, bonachón y simpático pero con un discurso antiinmigrante excesivo, que van desde poner muros en la frontera con México y restringir la asistencia social a los hispanos.
Tres posibilidades importantes que tendrán el – parece- fácil trabajo de derrotar a Obama, quien además ya aseguró su re elección ante las protestas internas de muchos demócratas, quienes ven una derrota segura con él a la cabeza.
En un país acostumbrado a repartirse el poder cada dos gobiernos consecutivos entre demócratas y republicanos, esta vez contra todo pronostico estaríamos a puertas de iniciar un gobierno republicano justo en medio de cambios mundiales, nuevos líderes continentales, crisis económicas, y carreras armamentistas; y donde el racismo va tomando más adeptos a medida de nacionalismos falsos o eufemismos de inseguridad ciudadana, posiblemente estaríamos a punto de observar en vivo y en directo la caída de un imperio que apareció fortalecido el siglo pasado, pero que ni siquiera se acercó a los 100 años de hegemonía como sí lo hicieron otros, a lo largo de la historia de la humanidad.
Publicado en el 2011