EL FANTASMA DE LA OEA
CARLOS JAVIER LEÓN UGARTE - ANALISTA INTERNACIONAL
Sería mezquino no admitir que el afán, el empeño y las esperanzas con las que, quienes forjaron la Organización de Estados Americanos OEA, hoy de seguro, no hubiesen pensado ni por asomo verla tan maltratada, gastada y opacada por el tránsito moderno de la globalización, las exageradas y asolapadas hegemonías y las nuevas tendencias mundiales que hoy imperan y pululan por nuestra vida diaria, hasta haberla disminuido casi sin duda, a una ridícula fuerza liliputiense.
De un tiempo a esta parte, la OEA ha recibido solo reveses, desaires y duras críticas ante su impasividad a temas trascendentales para la región entre los países que la conforman, y su poca, por no decir nula participación ante crisis político - fronterizos entre quienes la componen.
Pero, no es que José Miguel Insulza, el chilenito ex manifestante tira piedras de Santiago y ex tupamaro sesentero reciclado sea el culpable del pésimo performance de la principal organización de esta parte del continente, pues el solo es una víctima de las circunstancias, las cuales tarde o temprano llegarían, con o sin él. Lo cierto es que, tampoco su figura flemática y excesivamente parsimoniosa ayudó en algo a evitar su desmoronamiento total y final.
Podríamos definir la génesis de esta debacle principalmente a la muerte del delincuente Raúl Reyes, a inicios del año pasado, cuando, precisamente tras su caída se encontraron documentos electrónicos que confirmaban una sospecha que andaba a vivas voces por toda América Latina: las FARC eran apañadas, solventadas y protegidas por Chávez y su homólogo en Ecuador, Rafael Correa. Para ese entonces Colombia, en la garganta desgañitada de Uribe reclamó ante el mundo y ante su padrino Bush, una condena contra los financistas del terrorismo en su país, en clara alusión a estos presidentes mencionados.
Ante este hecho, la vieja OEA protectora de los territorios americanos se cruzó de brazos hasta el adormecimiento y silbó con el rostro al cielo de manera vergonzosa, ante el negativo deslinde de Venezuela y Ecuador en un hecho irreversiblemente poco desapercibido. Ya para eso la OEA perdía simpatías entre sus asociados y su creador absoluto, es decir el Tío Sam, empezaba a ver no con buenos ojos como se iban cayendo las estructuras y columnas que empujó por muchos años, en su feble construcción.
El golpe más duro llegó a principios de este año, cuando ante la invitación a Cuba para su reintegración a la federación americana, casi después de cuarenta años de absurdo bloqueo a pedido Papá USA, terminó con un NO rotundo de los Castro, quienes con toda solemnidad rechazaron a la OEA por considerarla un cadáver político en nuestro continente, cuestión que, dejó muy mal parada a la organización, no solo por el desaire, si no por el poco tino político y diplomático para saber, entender, enterarse y conocer, a través de sus pantagruélicas reuniones, que la isla los iba a rechazar ante los ojos del mundo.
A decir de los entendidos, la OEA debió calcular la respuesta de la Habana y evitar así un papelón mundial, lo cual vulneró aún más los predios de su elefántica coraza.
A finales de junio la OEA tuvo su última oportunidad ante la crisis en Honduras, pues no solo quedó en evidencia el ínfimo poder con el que contaba, ya que ante sus exhortos, reclamos y ordenanzas hacia el gobierno de Micheletti de restaurar el gobierno del indeseable Zelaya, hasta la fecha nada haya cambiado en el país centroamericano y sus vanos intentos por ingresar, ya contadas tres veces, siga imperando un gobierno de facto, logrando inclusive que Oscar Arias, presidente de Costa Rica, tenga más poder e incumbencia para conseguir el diálogo y las coincidencias entre las dos partes, dejando a Insulza y la OEA como espectadores de segunda fila en un problema que debió ser resuelto por esta ya hace rato.
Hace solo unas semanas, una cereza coronó la tumba de la OEA. Venezuela acusó a Uribe (a quien le tiene ganas hace rato) de someterse a Estados Unidos con la ejecución de bases militares en su territorio, razón suficiente para que el impresentable de Chávez, amenaze con cañones y tanques las fronteras, algo que Colombia respondió de inmediato con el retiro de embajadores, situación que, ha causado la desesperación de la OEA por no saber a quién defender o a quién acusar, ante su ya maniquea actuación en estos últimos meses.
Sin duda, la extinción de la OEA está pasando en estos momentos ante nuestros ojos. Hace muchos años que dejó de ser la encumbrada que nació en pletórica en mayo de 1948 ante los galardones y los aplausos unánimes de todo el continente. Hoy la OEA opina poco o nada, hoy la OEA ya no defiende a nadie, hoy la OEA ya no propone alternativas de desarrollo económico ni resuelve conflictos ni nada, hoy la OEA, y a lo mejor como dicen los barbados habaneros que juegan al dominó ante el sunset de la Habana vieja tienen razón, es un cadáver que deambula por nuestros sueños y esperanzas de millones de americanos, quienes ilusos quisimos una mejor suerte.
Escrito en el 2009